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Las vías romanas

Una de las causas por las que Roma mantuvo su dominio sobre las zonas conquistadas fue la construcción de calzadas que suponían la rápida llegada de refuerzos militares, suministros y noticias.

Lo normal era que constructores de caminos acompañaran al ejército que rápidamente realizaban los proyectos que inspectores e ingenieros presentaban a Roma para la eficiente comunicación con la nueva zona del imperio.

De este modo se construyó una red amplia y eficaz que comunicó las principales ciudades del imperio y las zonas de obtención de recursos

Las ciudades que contaban con calzadas se convertían automáticamente en lugares de gran importancia. Las vías, por tanto, eran inauguradas con estelas conmemorativas. Un ejemplo de una de estas placas es la encontrada en Salónica donde en latín y griego nombra a Cneo Egnacio, hijo de Cayo, procónsul de Macedonia, como constructor de la Vía Egnacia que unía Dirraquio (Adriático) con Bizancio (Bósforo).

Construcción de calzadas

La construcción de carreteras se planificaba directamente desde Roma y las autoridades locales no tenían ningún poder para diseñar o proponerlas. Durante la república la planificación era asumida por cónsules, procónsules, pretores y censores, mientras que en época imperial serían planificadas por el emperador. Las contratas y subvenciones de las vías se gestionarían desde Roma y se financiaban con recursos del erario público mayoritariamente, aunque algunos tramos podían ser financiados con fondos particulares. En ocasiones los emperadores, aportaban parte de su fortuna privada, para promover vías y ser recordados tras su muerte.

Las calzadas generalmente solían ser de escasa pendiente, no superando el 8% de desnivel y se prefería salvar los obstáculos utilizando el desmonte de montañas y la construcción de puentes en los desfiladeros. Lo cierto es que se prefería la linea recta evitando sinuosidades. Lo normal es que las vías estuvieran cimentadas con grandes losas en el fondo si el terreno era arenoso y si era granítico o pizarroso se aprovechaba la dureza de la roca como cimientos naturales.

Tramo en Ostia

Uno de los grandes problemas en la construcción de las vías era la humedad. Por ello se evitaban zonas pantanosas y se preferían áreas bien drenadas. Otro problema era la construcción de túneles para atravesar montañas. Sin duda los cálculos matemáticos para la construcción de los mismos asombran hoy día ya que se construían por las dos caras a la vez.

El proceso de construcción de una calzada consistía en varias fases diferenciadas, que proporcionaba a estos caminos una extremada durabilidad que, en algunos casos, ha permitido que lleguen hasta nuestros días. Datos extraídos de las investigaciones de Isaac Moreno Gallo:

  1. Deforestación. Se comenzaba por la deforestación o desbrozado del trazado longitudinal elegido para la calzada.

  2. Explanación. Previamente a la construcción se allanaba el firme, con las pertinentes obras de explanación, desmontes y terraplenado que fueran necesarias.

  3. Delimitación del firme. Después se delimitaba la anchura de la calzada mediante dos bordillos paralelos.

  4. Cimentación. En el espacio entre los bordillos se colocaba piedra en bruto (Herisson), creando así una capa de cimentación sólida y resistente.

  5. Capas intermedias. Sobre esta cimentación se colocaba un relleno de arenas o gravas, en una o varias capas de diferentes tamaños, disminuyendo el tamaño del material conforme se iba ascendiendo hasta la capa más superficial. Después del relleno de cada capa de material, se procedía al apisonado de cada una de ellas.

  6. Capa de rodadura. Finalmente, se revestía la superficie de la calzada preferiblemente con cantos rodados apisonados mezclados con arenas, para formar la capa final de rodadura. Se utilizaban materiales de grano fino: zahorras (con tamaños máximos de 4-5 mm) o jabre (arena natural de granito con tamaños máximos de 1 cm) u otro material de granulometría fina que estuviera disponible en las cercanías del lugar de construcción. Esta capa podía suponer aproximadamente una cuarta parte, en altura, del total de la sección de la calzada (desde la cimentación hasta la superficie).

En las ciudades, las calles se adoquinaban o se cubrían con losas de piedra dispuestas de forma regular. Llegando este revestimiento como máximo hasta el final de los cementerios situados a las afueras de la ciudad.

A lo largo de la calzada se situaban controles miliarios que indicaban la distancia en millas romanas a la siguiente ciudad o poste [La milla romana (Milia passuum) corresponde a 1.000 pasos (en realidad, dobles pasos) de 1,48 m cada uno, luego una milla son 1.480 m (1,48 km).] y en los cruces de caminos se situaban postes señalizadores

Vias en Hispania romana

La red viaria en Andalucía

La red de calzadas que comunicaba la Bética era la más desarrollada de la Península, especialmente en el occidente. Estaba formada por tres ejes de largo recorrido que utilizaron caminos preexistentes a la llegada romana

  • La Vía Augusta unía las capitales de los cuatro conventos jurídicos (Gades, Hispalis, Corduba y Astigi) y resultaba estratégica para los movimientos militares, el comercio, la burocracia y el correo.
  • La vía litoral o Heraclea, unía Cádiz con Cartagena, enlazando posteriormente con la Vía Augusta.
  • La Vía de la Plata, cuyo nombre puede referirse al metal o al pavimento, unía Mérida y Astorga, continuando al norte hasta Gijón y al sur hasta Sevilla.

La red viaria romana era una estructura muy compleja ya que las calzadas principales se completaban con un conjunto de vías secundarias mucho más amplio. Se trataba de un sistema jerarquizado en el que los distintos rangos se diferenciaban tanto por su función, características de construcción y por la administración a la que le correspondía su ejecución y mantenimiento.

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Los puntos de vista de la Historia

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Constituciones españolas del siglo XIX

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Teatro romano de Málaga

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Exvotos del Cigarralejo

En Mula, Murcia se puede encontrar un antiguo yacimiento ibérico dedicado a un dios/a del que se desconoce el nombre aunque por los exvotos encontrados  (caballos, algunas figuras humanas y mulas) se presupone afín al culto de la diosa Epona Celta.

Lo curioso de este yacimiento que fue destruido sobre el 400 a C. y sus piedras y estatuillas se reutilizaron en otras construcciones como una necrópolis cercana.

Las figuras humanas son esquemáticas y geométricas pero se advierte en los tocados femeninos un gran detallismo y en los equinos se ven diferentes manos: de las más toscas a las, claramente, influencias griegas. (fotos procedentes pag web santuario de Cigarralejo)

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Huelva en la Edad Media

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Cine en el aula. Revolución francesa

La Marsellesa (1938)

La Revolución Francesa vista a través de los ojos de sus participantes directos (desde los campesinos hasta el propio Luis XVI) es el tema de este drama de época dirigido por el maestro Jean Renoir. 

Dantón (1988)

En septiembre de 1793, el Comité de Salud Pública, instigado por Robespierre, instaura el “Terror”. El hambre reaparece y con ella la revuelta: las cabezas ruedan. Danton regresa a París para oponerse a Robespierre: es el choque entre dos políticos irreconciliables, entre dos fuertes personalidades. La película narra los últimos días de Georges-Jacques Danton: su proceso y su ejecución en la guillotina, junto a sus amigos, por orden del autoritario y dogmático Robespierre. 

La revolución francesa (2005)

El 14 de Julio de 1789, un grupo de parisinos ingresó violentamente a la Bastilla y tomó las instalaciones militares reales. Una década de idealismo, guerra y asesinatos que terminó con el feudalismo e inició la igualdad y un nuevo orden mundial. La Revolución Francesa es un documental que encapsula este importante período de la civilización occidental.

Dramáticas recreaciones, ilustraciones y pinturas de la época servirán de telón de fondo, mientras escuchamos crónicas de quienes vivieron estos tiempos, acompañados de comentarios de historiadores que nos ayudarán a poner en perspectiva la violencia, descontento y cambios fundamentales de la época

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Cine en el aula. Independencia EE.UU.

John Adams (2008)

Miniserie de TV (7 episodios). Vida de John Adams, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. El mandato de Adams como segundo presidente de E.E.U.U. (1797-1801) refleja la incertidumbre que rodeó el nacimiento de este país. Adams fue el abogado defensor de los soldados británicos que, en 1770, protagonizaron la “masacre de Boston”. Tras ganar el caso, fue invitado a participar en el Congreso Continental. Su prestigio se consolidó tanto que llegó a ser vicepresidente con George Washington y después presidente. 

El patriota (2000)

Año 1776, en plena guerra de Independencia entre los colonos de Nueva Inglaterra y las tropas de Jorge III (1760-1820). En Carolina del Sur, el viudo Benjamin Martin (Mel Gibson), heroico soldado en Francia y en la India, renuncia a combatir para cuidar de sus siete hijos. Pero la pacífica vida de la familia Martin se ve alterada cuando Gabriel (Heath Ledger), el hijo mayor, se alista en el ejército; mientras tanto su padre se esfuerza por sacar adelante a la prole. Sin embargo, los británicos, al mando del cruel coronel Tavington (Jason Isaacs), llegarán hasta las puertas de su casa poniendo en peligro a toda la familia.

El último mohicano (1988)

En 1757, a orillas del río Hudson, franceses e ingleses luchan por el dominio de la región. Mientras que los franceses cuentan con el apoyo de los nativos, los ingleses reclutan a los colonos blancos. Hawkeye -Ojo de halcón- (Daniel Day-Lewis) es un hombre blanco que fue adoptado por los indios mohicanos. Tras salvar de una emboscada de los hurones a Cora Munro (Madeleine Stowe) y a su hermana pequeña Alice (Jodhi May), hijas de un oficial británico, las acompaña hasta el fuerte inglés William Henry, que está sufriendo el asedio de los franceses y los hurones

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Cine en el aula. Antiguo Régimen

El perfume (2008)

Francia, siglo XVIII. Adaptación del famoso best-seller de Patrick Süskind. Jean Baptiste Grenouille nació en medio del hedor de los restos de pescado de un mercado y fue abandonado por su madre en la basura. Las autoridades se hicieron cargo de él y lo mandaron a un hospicio. Creció en un ambiente hostil; nadie le quería, porque había en él algo excepcional: carecía por completo de olor. Estaba, sin embargo, dotado de un extraordinario sentido del olfato. A los veinte años, después de trabajar en una curtiduría, consiguió trabajo en casa del perfumista Bandini, que le enseñó a destilar esencias. Pero él vivía obsesionado con la idea de atrapar otros olores: el olor del cristal, del cobre, pero, sobre todo, el olor de algunas mujeres.

Maria Antonieta (2005)

Francia, siglo XVIII. El compromiso matrimonial entre el futuro Luis XVI (Schwartzman) y María Antonieta (Dunst) sirve para sellar una alianza entre Francia y Austria. Con sólo catorce años, la ingenua princesa austríaca se ve obligada a abandonar Viena, su familia y sus amigos para instalarse en la opulenta, sofisticada y libertina corte francesa, donde reinan las intrigas y los escándalos. La joven se rebela contra el aislamiento que representa la corte de Versalles y se convierte en la reina más incomprendida de Francia.

Las amistades peligrosas (1988)

Francia, siglo XVIII. La perversa y fascinante Marquesa de Merteuil (Glenn Close) planea vengarse de su último amante con la ayuda de su viejo amigo el Vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor tan amoral y depravado como ella. Una virtuosa mujer casada, Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), de la que Valmont se enamora, se verá involucrada en las insidiosas maquinaciones de la marquesa. 

Amadeus (1988)

Antonio Salieri es el músico más destacado de la corte del Emperador José II de Austria. Entregado completamente a la música, le promete a Dios humildad y castidad si, a cambio, conserva sus extraordinarias dotes musicales. Pero, después de la llegada a la corte de un joven llamado Wolfang Amadeus Mozart, Salieri queda relegado a un segundo plano. Enfurecido por la pérdida de protagonismo, hará todo lo posible para arruinar la carrera del músico de Salzburgo. Mientras tanto, Mozart, ajeno a las maquinaciones de Salieri, sorprende a todos con su genialidad como músico, pero también con sus excentricidades.

Esquilache (1988)

Madrid, Domingo de Ramos de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache (Fernán-Gómez) llega a su residencia, la Casa de las Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de Fernanda (Ángela Molina) se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el rey (Adolfo Marsillach), los enfrentamientos con los nobles españoles, la corrupción de su esposa (Concha Velasco) y, sobre todo, su relación sentimental con Fernanda.

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Cine en clase I guerra mundial

Feliz Navidad (2005)

Frente Occidental, Navidad de 1914. Mientras las tropas de ambos bandos se preparan para pasar sus primeras navidades en las trincheras de Francia, la cantante de opera sueca Anna Sorensen (Diane Kruger) convence al alto mando alemán para que la dejen actuar junto a su amante, el tenor alemán Nikolaus Sprinken una representación de ópera que va a tener lugar en el Cuartel General; con la secreta intención de ayudar a Nikolaus a desertar. De forma paralela, en uno de los sectores del frente, un teniente escocés y uno francés negocian una tregua informal con un teniente alemán para realizar un “Alto el Fuego” durante la nochebuena. La tregua será aprovechada por los soldados de ambos bandos para relacionarse y confratenizar, lo cual no tardará en provocar las censuras y represalias del Alto Mando.

Esta película puede utilizarse en clase para tratar los problemas de conciencia y los valores de la cooperación y fraternidad entre personas envueltas en un conflicto. Dentro de los aspectos históricos puede servir para acercar al alumnado al mundo de las trincheras y a la percepción que tenían los países en guerra de un conflicto que lejos de acabarse, estaba empezando.

Caballo de batalla (2011)

En un pueblo inglés, Albert, el hijo de un granjero, ve nacer un potrillo. Poco después, su padre lo adquiere en una subasta, y el chico le pone de nombre Joey. Pero la familia se arruina y no tiene más remedio que vender el caballo justo cuando estalla la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ése es el punto de partida de un viaje en el que tanto Albert como Joey lucharán por sobrevivir a la contienda y volver a estar juntos.

Nos acerca al mundo de una guerra en la que las nuevas tecnologías comparten la transición con los usos de combate tradicionales hasta ese momento. A través de un caballo se acerca al alumnado a la crueldad y destrucción de una guerra.

Senderos de gloria (1957)

Primera Guerra Mundial (1914-1918). En 1916, en Francia, el general Boulard ordena la conquista de una inexpugnable posición alemana y encarga esa misión al ambicioso general Mireau. El encargado de dirigir el ataque será el coronel Dax. La toma de la colina resulta un infierno, y el regimiento emprende la retirada hacia las trincheras. El alto mando militar, irritado por la derrota, decide imponer al regimiento un terrible castigo que sirva de ejemplo a los demás soldados.

Sin novedad en el frente (1930)

Mítica película antibélica que plasma los sentimientos, sensaciones y desilusiones de un grupo de jóvenes estudiantes que son enviados al frente en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Es una adaptación de la novela homónima del escritor alemán Erich María Remarque. Su estreno provocó enfrentamientos entre nazis y comunistas

Adiós a las armas (1932)

Primera Guerra Mundial (1914-1918). Primera adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway; la segunda la dirigió Charles Vidor en 1957. Antes de que los Estados Unidos entren en la guerra en 1917, Frederick, un periodista norteamericano, se alista como voluntario en el Cuerpo de Ambulancias italiano para poder seguir de cerca los acontecimientos. Tras recibir una herida, ingresa en un hospital y se enamora de Catherine, una enfermera británica

La gran ilusión (1937)

Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una obra sobre la camaradería y las relaciones humanas que retrata el día a día de unos prisioneros franceses en un campo de concentración alemán durante la Gran Guerra. Nada más llegar al campo, dos oficiales de la aviación francesa se enteran de que sus compañeros de barracón están excavando un túnel para escapar de allí

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El terror del año 1000

Durante mucho tiempo fue creencia general que la proximidad del año mil hizo surgir en la cristiandad una serie de terrores basados en la convicción de que se acercaba el fin del mundo. Se ha discutido mucho sobre la universalidad de tal creencia, ya que la base de información sobre este hecho la encontramos en el relato del monje vagabundo borgoñón Raúl Glaber.
«El año mil después de la Pasión del Señor, que siguió al hambre desastrosa narrada anteriormente, cesaron las lluvias derramadas por las nubes y, obedeciendo a la misericordia divina, el cielo comenzó a sonreír… Entonces, y ante todo en la región de Aquitania, obispos y abades comenzaron a reunir Asambleas en las que tomó parte toda la población y a las cuales se llevó multitud de reliquias y cuerpos de santos… Todas las gentes acudieron con intención de obedecer a las medidas que iban a prescribir los pastores de la Iglesia, tan dócilmente como si una voz salida del cielo hubiese venido a hablar a los hombres sobre la Tierra. Todos habían quedado aterrorizados por el azote de los años anteriores y sobre ellos pesaba el temor de no poder aprovechar la opulencia que iba a derivarse de la abundancia que se daba por segura».

Pero existe una duda: ¿se trató del año mil, o el año mil después de la Pasión, es decir, el 1033? Y, sin embargo, los datos históricos concuerdan. El año mil fue el año de la renovación. Silvestre II y Otón III estaban a punto de fundar el Imperio Universal, las personalidades de Guillermo de Aquitania, Roberto el Piadoso, Sancho el Mayor de Navarra, Esteban el Santo de los magiares que fue coronado el año mil, el danés Svend, creador de la unidad báltica y Olaf de Noruega, que cristianizó al país, todos ellos abrían una nueva etapa ante la desaparición de Almanzor (1002) y el fin de una serie de plagas que asolaron Europa.

Estas plagas fueron reales. Pero ningún documento de la época habla del Gran Terror. Ni los escritos de Roberto el Piadoso de Francia, ni las 154 bulas pontificias publicadas entre 970 y 1000, ni las biografías de Abbon y San Mayeul, escritas entre los años 1000 y 1040, dicen nada de la llegada del Fin del Mundo. Al contrario, para Thietmar de Mersebourg

«llegado el milésimo año desde el salvador alumbramiento de la Virgen sin pecado, viose brillar sobre el mundo una aurora radiante».

¿Acaso el cronista oficial de los reyes sajones y toda la Iglesia había recibido orden de silenciar el Gran Terror para no aumentarlo? Tal vez este optimismo no sea más que el resultado de ver que, expirado el plazo, no había pasado nada.

En 975, un sacerdote parisino predicaba a sus fieles que el Anticristo sobrevendría una vez cumplido el primer milenio del nacimiento de Cristo, tras lo cual tendría lugar el Juicio Final. Vaticinaba el fin de los tiempos, un acontecimiento previsto por los autores de los textos bíblicos y que supuestamente llegará precedido de señales terribles. Pero fue rebatido en múltiples ocasiones

Lo cierto es que las señales amenazadoras existieron. Muchas gentes, según el monje Guillermo Godel, creyeron que presagiaba el fin del mundo la destrucción de los Santos Lugares ordenada por el califa fatimí al-Hakim; acompañada de una espeluznante serie de guerras, hambres, epidemias y señales en el cielo. Pero, en los años anteriores al año mil, nadie habló de ello, y sí muchos años antes y algunos después. ¿Se trató, tal vez, como afirma Pfister y discute Focillon, de una herejía que la Iglesia persiguió con éxito?

Pero dice Glaber:

«Apareció (un meteoro) en el mes de septiembre, al filo de la noche y permaneció visible cerca de tres meses. Su resplandor era tal que parecía llenar la mayor parte del cielo».

Y no fue esto todo. Los Miracles de Saint Aile nos hablan de ruedas de fuego combatiendo en el cielo… incluso hay, en nuestros días, quien ha querido relacionar estas luces con la aparición en aquellas épocas del fenómeno, sea cual sea su causa, conocido vulgarmente como «platillos volantes»🤣. San Medardo de Soissons añade un dragón y un terremoto al cometa del que habla Glaber.

Desde luego, nada trascendental ocurrió el año mil, ni se produjo el esperado terror, ni mucho menos alcanzó extensión europea. Pero el año mil debe ser mirado como el eje alrededor del cual giró la Historia, porque marcaba el fin de una época de tinieblas para empezar una nueva Era de la vida de la Humanidad.

Pero ¿Cuándo se generalizó la creencia del terror del año 1000?

Esta creencia se le atribuye a el cardenal italiano Cesare Baronio quien asentó la teoría del miedo al año mil. Según afirmaba en sus Anales eclesiásticos, Abbón se había enfrentado a un movimiento que anunciaba que el año mil sería «el último año del mundo, o muy próximo al mismo en que debía revelarse aquel hombre de perdición, aquel a quien llaman el Anticristo».

Y aseguraba con rotundidad que: «Estas palabras se habían difundido por las Galias, fueron predicadas previamente en París y se expandieron rápidamente por toda la tierra. Casi todo el mundo les dio crédito, siendo seguramente aceptadas con temor por los más simples, pero rechazadas por los más sabios».

La verdad es que Baronio, que vivió entre los siglos XVI y XVII, se encontró inmerso en la dinámica de defensa del catolicismo frente al movimiento reformista, conocido como Contrarreforma. Georges Duby justifica esta actitud en su libro El año mil (1967), porque para un Baronio decidido a refutar las críticas que eruditos protestantes hacían a la Iglesia, a la que consideraban alejada de los ideales evangélicos, el pánico al año mil era una idea muy atractiva ya que permitía distinguir entre una masa ignorante de laicos y una minoría eclesiástica capacitada para interpretar las Sagradas Escrituras . Hay que recordar que la interpretación de la Biblia para los protestantes es personal

Documentación

Historia de la Edad Media, Manuel Marín

Ano mil, el fin del mundo. Alejandro Martínez

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